Nunca olvido quién soy ni de dónde vengo

Asley L. Mármol

Con su más reciente publicación —El interior de la montaña—, todavía muy fresca en las vitrinas de las librerías estadounidenses, Asley L. Mármol descubre ante sí un horizonte literario vasto y cautivador que no piensa dejar de explorar.

La experiencia no le es nueva en lo absoluto. Ya antes había legado otras obras al público y, si de saltar fronteras se trata, Cuba, Holanda y Estados Unidos bien conocen sus pasos.

Con cada nueva geografía, las reglas cambian, así como los métodos y las necesidades. El monstruo que hoy lo acepta en sus entrañas “no hace promesa alguna; tienes que probar tu valía a diario”, advierte. Sumemos a esta condición que los tiempos modernos exigen un artista multifacético: narrador, poeta, editor, publicista. “Hoy un escritor tiene que ser también un experto en auto promoverse”, afirma.

Sin embargo, a pesar de los desafíos, persiste en Mármol el ímpetu creacionista. Además, tuvo en Cuba una dura escuela. Entre la falta de recursos y la censura también tuvo que subsistir. “Vivir bajo ambas es simplemente inhumano”, asegura. Por si no bastara, a su juicio, el exilio lleva a “experimentar un dolor desgarrador, casi dramático, del que nunca nos recuperamos”.

Con una prosa segura y que se aparta de los manidos temas cubanos —jineteras, balseros, críticas al gobierno— Mármol logra trasladar su discurso desde lo particular hacia lo universal. Aunque, confiesa, después de haber pasado casi la mitad de su vida en Estados Unidos, “es inevitable americanizarse”, no reniega de sus raíces, y espera que la voz en las páginas de sus libros “deje la huella de un alma que transpira el sentir de aquella isla que se marchita distante y añora romper hacia la inmensidad”.

Sin duda, con El interior de la montaña, este propósito ha sido generosamente alcanzado.

El interior de la montaña está conformado por textos que escribiste viviendo en Cuba. ¿Qué te impulsó a publicarlo en Estados Unidos?

Este grupo de cuentos pertenece a una etapa de mi vida en que estaba absorbiéndolo todo, asomando la cabeza en la nata del mundo intelectual cubano de entonces. Buscaba experiencias en nuestra cruda realidad de los duros años noventa que pudiésemos narrar, pero nuestros años tenían más de desánimo que de épica, a diferencia de décadas anteriores. El cuento que da nombre a la colección es de hecho una crónica de la miseria que se vive en muchos lugares del interior de la isla. Tenía un manojo de ellos que había quedado engavetado, pero tenían mucho valor para mí como testimonio de mis primeros pasos en el arte de narrar. Los traduje al inglés componiendo así lo que es el cuaderno que tienes ahora delante. Muy honrado por la fantástica imagen de portada del artista cubano Javier Dubrocq, a quien afectuosamente llamo el Dalí tropical, quien reside acá en los Estados Unidos y me permitió exhibirla en la edición. Tenía una deuda emocional con estos cuentos que debía pagarles por lo que decidí darles forma de libro antes de que las circunstancias los volvieran a enterrar en el fondo de mis prioridades.

Ya has publicado con anterioridad un libro de poemas —El esplendor— y ahora uno de cuentos. Llama la atención que lo hagas en un mercado donde predomina la novela. ¿Por qué?

Si me permites la aclaración, En realidad El esplendor vendría siendo mi segundo libro de poemas si contamos un cuaderno publicado por Ediciones Jácara titulado El cuerpo vivo, en 1996. Aunque parezca inverosímil, existe en estos momentos un auge de la poesía en el mercado estadounidense. Para mi asombro las generaciones de jóvenes que nacen a principios de este siglo parecen tener un interés particular por la poesía. Varios libros de poemas han alcanzado ventas millonarias como Milk and honey de Rupi Kaur entre muchos otros. Es una poesía más personal y leve en muchos casos, pero aun así un fenómeno digno de celebrarse. También existe una sólida tradición de cuentos cortos que tiene su génesis como es de esperar en las fuertes voces de los grandes narradores norteamericanos del siglo veinte como Faulkner, Salinger, Fitzgerald, Hemingway y otros tantos. Existen algunos espacios para el cuento, aunque verdaderamente no son tan preponderantes como la novela o libros con carácter más documental, motivacional o utilitario que son muy populares en este mercado. Este último género es a la literatura lo que los reality shows son para la televisión; existe demanda palpable en esta vena. Aunque no tan popular como estos dos últimos, los cuentos cortos son todavía muy leídos en este universo de lectores que es muy activo, por cierto.

Los cuentos de tu libro no están ligados directamente a la cotidianidad de tu tierra natal ni a los temas que usualmente tocan al interior del archipiélago. ¿No temes que por tal motivo se te califique como un escritor “menos cubano”?

Creo que se puede pertenecer a una idiosincrasia y ser universal a la vez. Cuentos como “Slaia”, aunque no sean típicos de las corrientes temáticas y estilísticas más emblemáticas del discurso dentro de la isla, en mi opinión definen lo cubano, lo cotidiano desde un ángulo menos usual si se me permite el atrevimiento. Quizá estas abstracciones eran una forma de protesta a lo que se nos quería imponer por parte de la crítica y los medios oficiales que se desvivían por ensalzar un discurso que divagaba de lo hipercrítico a lo nihilista. Quizás estaba tratando de elevarme a un plano menos circunstancial y más universalmente cubano. Creo que mi cubanía radica en la manera en que me abro al mundo; una suerte de “gracia bajo presión” que aprendimos a llevar en la espalda como si fuésemos un personaje de una novela hemingwayana. Solo espero que, aunque la voz se remonte a España o se pierda en barrios abstractos o respire en la pureza de una montaña sin nombre, deje la huella de un alma que transpira el sentir de aquella isla que se marchita distante y añora romper hacia la inmensidad.

Y hablando de literatura cubana. ¿Compartes el criterio de la existencia de una literatura cubana en el exilio y otra al interior de sus fronteras o la ves como un todo indisoluble?

Pudiera decirse que todos los cubanos somos una sola voz y todos esos clichés, pero en mi criterio los discursos son dos con rasgos y personalidades bien delineadas, aunque emparentadas hasta el tuétano. Queda bien claro que tener que sesgar el cordón que nos une, como sucedió a muchos y ser incluso denigrados durante décadas por la oficialidad de adentro, empuja al que se exilia o se separa a experimentar un dolor desgarrador, casi dramático, del que nunca nos recuperamos, te confieso. La forzosa, y antagónica a veces, bifurcación altera los referentes produciendo inevitablemente dos coros de voces en registros diferentes. Después de los noventa, al caer el campo socialista, cuando el país intentó abrirse hacia el resto del mundo, comenzaron a aparecer en La gaceta de Cuba poetas y narradores que llevaban décadas en el exilio y eran desconocidos para nosotros entonces, como José Kozer, quien por cierto tuvo la gentileza de escribir una pequeña nota sobre El esplendor. Otro grupo, aquellos que abiertamente se oponían al sistema, nunca fueron bienvenidos de regreso a las páginas de antologías o las revistas oficiales como Jesús Días, Cabrera Infante, Reinaldo Arenas. Estos dos discursos han venido acercándose cada vez más en estos últimos años. Hoy vemos antologías que incluyen a autores de ambas procedencias. Creo que existe un anhelo por pulverizar esa diferenciación y aunar a los artistas cubanos lo cual ha de suceder irremediablemente en el futuro cercano, espero. Yo, por ejemplo, aunque he estado escribiendo fuera, no siento necesariamente que pertenezco a otra vertiente de la literatura cubana, pero al no estar allí por veinte años uno comienza, inevitablemente, a abrir los ojos al mundo desde otra perspectiva y desconectarse en gran medida de lo que está sucediendo dentro de la isla en cuanto a la literatura. El inevitable advenimiento de las redes sociales hoy en día muy activas dentro de la isla a pesar de las limitaciones tecnológicas, ha hecho que se establezcan innumerables puntos de contacto entre escritores de dentro y fuera. Hoy podemos ver de primera mano, sin pasar por el filtro oficialista, lo que se está escribiendo en Cuba. Las fronteras se están borrando y se depende menos de los medios del gobierno, algo que es extremadamente positivo en mi opinión.

Si tuvieras que elegir entre censura y falta de recursos, ¿cuál es el mayor problema que debe enfrentar un escritor que reside en Cuba?

Siendo objetivos, la falta de recursos estimula la censura, la falta de conexión con el resto del mundo exacerba el control. Esto lo vemos en naciones que, aunque bajo gobiernos dictatoriales mantienen un sistema capitalista, la gente puede comunicarse y denunciar lo que pasa con más facilidad. La falta de espacios y recursos de promoción y publicidad independientes creo es lo más dañino para las voces libres de los creadores. La ausencia de un mercado tecnológico accesible, medios de comunicación de alcance mundial y alternativos a la oficialidad, esto claramente propicia la censura; ambos se llevan de la mano, están directamente relacionados. Una sociedad que provee acceso a los medios y respeta la opinión política de su pueblo no tiene la intención de censurar y viceversa. Si tuviera que hacer una elección binaria, prefiero la escasez de recursos a la censura. Ahora, vivir bajo ambas es simplemente inhumano.

Hacerse de una nueva vida en un país extranjero siempre resulta difícil. ¿Cómo equilibras tu vida diaria con el proceso de creación escritural?

Robándole horas a la madrugada, así lo hago. Los Estados Unidos es un país increíble pero que requiere de un alto nivel de eficiencia en todos los aspectos. Tienes que ser independiente y capaz de estar a la altura de la competencia. No te puedes dormir en los laureles si quieres echar pa’lante como decimos los cubanos. Al llegar aquí tras casi dos años en Europa donde, aunque con recursos muy elementales trabajaba como intelectual y escritor, fue un choque tremendo en un sentido positivo. Aquí tienes acceso a todo, pero hay que producir. La tensión de aprender a vivir en este dinámico sistema tensa tanto la espiritualidad que, por lo menos para mí, se volvió casi imposible crear. Luego, con el tiempo, estableces tu familia, mejora la situación financiera y ya comienzas a pensar en tu obra nuevamente. Hay poco tiempo libre. Ahora mismo respondo estas preguntas y todos en la casa están durmiendo, solos la pantalla del ordenador y yo. Lo increíble, y muchos no reparan en esto, es cuánto se puede lograr trabajando de treinta minutos a una hora diariamente, muy temprano en la mañana. Prácticamente escribí una novela levantándome a las cinco, seis de la mañana trabajando un par de horas al día en la madrugada. Una vez que comienza el día de trabajo cotidiano es muy difícil concentrarte y relajar los músculos espirituales para escribir; luego en la noche no vales dos quilos. Esas horas las dedico más a estar junto a mi familia y descansar, aunque a veces trabajo en algo que hay que priorizar hoy en día, la promoción. Hoy un escritor tiene que ser también un experto en auto promoverse. De hecho, las casas editoriales exigen que el autor tenga su propia plataforma. No te puedes quedar atrás en esto, además de poner pan en la mesa y escribir algo que valga la pena. Hay que ser doblemente un artista.

Al margen del uso de relaciones personales —que siempre a algunos ayuda— un escritor que pretenda publicar en Cuba debe ganar un concurso o esperar años para que una editorial se encargue de su obra. ¿Cómo se comporta este fenómeno en Estados Unidos?

Hoy por hoy, con los avances tecnológicos la industria editorial se ha visto totalmente redefinida. Ya los autores no dependen necesariamente de las grandes casas editoriales como otrora sucedía o aún sucede en Cuba donde estos avances no son accesibles para la mayoría. La tecnología print on demand ha revolucionado el mercado. Aun así, muchos intentan publicar con las llamadas Big Five, las cinco grandes casas editoriales norteamericanas, pero a éstas no puedes accedes directamente. Tienes que ir a través de un agente literario quien es una suerte de portero para las editoriales. Tienen relaciones directas con ellos, saben exactamente lo que sus editores buscan y muchos trabajan con el autor de antemano para perfilar la obra en torno a lo que quieren estas poderosas casas. Pero estos agentes están abarrotados también, es un embudo que se estrecha más en la medida que avanzas. La autopublicación no es algo nuevo, lo que es nuevo es la red de distribución internacional que compañías como Amazon o Ingram están poniendo al alcance de los autores que compiten agresivamente con las redes de distribución tradicionales. La tecnología y las redes sociales han disminuido los costos y riesgos de la industria del libro, pero a la vez hacen posible lo que se pudiera catalogar como “hiper-publicación”. Hoy por hoy, cualquiera puede publicar un libro; el desafío es más que nunca que tu libro tenga la calidad y visibilidad suficiente para sobresalir y vender en un mercado saturado. Este fenómeno ha llegado a tal extremo que en plataformas como Inkitt y Wattpad los autores pueden colocar sus obras gratuitamente y si los lectores reaccionan positivamente los editores que las auspician les ofrecen un contrato de publicación; básicamente una vez que el libro ha sido probado en el mercado. La realidad es que publicar tradicionalmente es muy difícil en los Estados Unidos pues solo son aceptadas obras que puedan vender millones de copias, ese es el concepto. Existe un grupo bastante grande de editoriales pequeñas que buscan obras de más autenticidad y calidad pero que no tienen la capacidad de publicar y promover como las casas grandes. Son muy selectivas y abren sus puertas a un número muy limitado de autores por año.

Viviste alrededor de dos años en Holanda. ¿Hay algo de ese país que haya influido en ti al momento de escribir?

De Holanda me apasiona la cerveza, el queso y el pan… estoy bromeando. Los holandeses figuran entre las personas más inteligentes y aplicadas que jamás haya conocido y han logrado desarrollar un país altamente tecnologizado, con increíbles estándares de vida a la vez que preservan su historia y arquitectura magistralmente. ¿Cuántas veces ves a Holanda en las noticias? Esa es una buena señal. Son seres un poco paradójicos que se debaten entre fríos y amistosos a la vez, pero son gente amable y abierta al mundo. Holanda dejó una huella profunda en nosotros y nos gusta regresar cuando podemos, tenemos amigos allí que son como familia y nos recibieron en sus casas cuando llegamos sin nada. De hecho, algunos poemas de mi libro El esplendor como “El manzano” o “Los lugares del mundo” nacieron allí; una buena parte de mi novela que estoy a punto de publicar transcurre en distintas ciudades de este país.

¿Y con Estados Unidos, te sucede igual?

Debes tener en cuenta que casi he pasado la mitad de mi vida en los Estados Unidos. Es inevitable americanizarse. Para que tengas una idea, mi primer empleo oficial lo obtuve en este país. Aquí aprendí a defenderme en los negocios, un mundo que también me fascina donde hay que tener mucha creatividad. De hecho, creo que en Cuba hay tantos artistas al no haber un mercado libre donde dar rienda suelta a esta clase de creatividad, es mi teoría. El mundo empresarial requiere de mucha ingeniosidad. Este monstruo insaciable te acepta en sus entrañas, pero no hace promesa alguna; tienes que probar tu valía a diario. Cada día puedes ganar o perder, de acuerdo con tu disciplina, tu concentración. Con el tiempo se vuelve cada vez más fácil. La cultura americana, especialmente en los estados del sur es muy áspera, pero si vas a lugares como Nueva York, Los Ángeles, incluso Tampa que —yo digo— es una pequeña tajada de una de estas super metrópolis, sientes que se valora mucho el arte y la espiritualidad. Aquí, increíblemente, la gente lee mucho, se publica mucho a pesar de ser una sociedad de alto consumo. Uno de mis lugares favoritos es la librería Barnes and Nobles, es como entrar a la juguetería favorita, muy lujosa y puedes tomarte un café mientras lees. Entrar a la biblioteca de Nueva York es una experiencia a la altura de los museos del Louvre o El Prado. La cultura norteamericana me ha penetrado tanto que me he atrevido a escribir mi más reciente novela íntegramente en inglés, que ahora me veo forzado a traducir al español, ¡mi lengua materna! También he publicado poemas escritos directamente al inglés. Nunca me olvido de quien soy ni de dónde vengo no obstante, pero penetrar el mercado americano escribiendo en inglés es uno de mis objetivos.

¿Qué te inspiraba a escribir en Cuba y qué te inspira a hacerlo en Estados Unidos?

Desde la adolescencia, estando en las becas en el campo, descubrí que quería escribir, no solo como expresión de mi interioridad sino como oficio. Aunque tengo dos poemas que mi madre afirma escribí a los siete años no empecé a hacerlo seriamente hasta el preuniversitario. Mis primeros acercamientos serios a la literatura fueron mayormente a través de los grandes clásicos: Homero, Cervantes, las tragedias griegas. Te pueden parecer peculiares estas selecciones para un joven becario, pero realmente eran los únicos disponibles en la depauperada biblioteca de la escuela. Hay mucho de aquellos días en mi primera novela Magister Dixit, que comencé a escribir estando en la universidad y toca el tema de las escuelas en el campo durante el llamado período especial. Ser escritor se convirtió en una obsesión que cambió todas mis aspiraciones y prioridades hasta el momento. Luego entré a la carrera de Español y Literatura en el pedagógico, algo orquestado por fuerzas desconocidas para mí pues quería estudiar Lengua Inglesa y ya había hecho las pruebas de aptitud en el Instituto Superior Pedagógico de Lenguas Extranjeras (ISPLE). Hablaba inglés fluido desde la escuela segundaria e incluso había alcanzado el título de inglés en la escuela nocturna mediante pruebas de suficiencia, algo poco común en estudiantes de quince años en esos días. Tuve la oportunidad de emprender estudios serios de lingüística, literatura cubana, latinoamericana, española y universal que aceraron mi interés por las bellas letras. En el pedagógico rápidamente me conecté con el medio artístico e intelectual, participando del grupo Jácara dirigido por el destacado escritor, poeta y editor Luis Rafael Hernández, quien se había rodeado de un grupito de locos amantes de la literatura. Logramos publicar una revista que, aunque simple y rudimentaria, estimo que marcó una pauta en el silencio casi absoluto de los escritores más jóvenes de aquellos años. Regresando a tu pregunta, creo que lo que me motivaba en Cuba a escribir era un anhelo por elevarme sobre el vacío existencial que primaba en esa época donde todo se resquebrajó tras la crisis de principios de los noventa. Siempre sentí una adicción hacia la belleza estética que no podía ser saciada en una isla prisionera en el tiempo, donde nuestro entorno padecía de una decadencia crónica, tanto física como espiritual. Por ello salir de Cuba y arribar a Europa fue como saciar una vieja sed de mundo y de belleza y eso, creo, se refleja en los textos poéticos que se originaron allí. Luego los Estados Unidos me frena por un tiempo, pero hoy me permite correr con una armazón férrea que antes no poseía y acaso me ayude a llegar a algún lugar en la distancia.

Comentas que tienes una novela en ciernes y que la escribiste en inglés —pronto la traducirás al español—, ¿acaso ahora se te hace más cómodo escribir en inglés?

Como te decía antes, aprendí ingles muy temprano en mi vida por mis medios y con la ayuda de buenos amigos y maestros. Tenía una especie de talento precoz para aprender y hablar el inglés; gané concursos nacionales, hablaba con turistas en la calle sin problemas con solo trece años. No tienes idea de cuánto me ayudó esto al salir de Cuba. Mi nivel de inglés me permitió aspirar a mejores posiciones en mi devenir profesional y poder leer mucho en este idioma, incluso trabajé por un tiempo como traductor para el periódico The Palm Beach Post. Mi destreza llegó a un nivel que me permite hoy aventurarme a escribir textos literarios. Todavía están por verse los resultados, pero hasta ahora los poemas y cuentos que he traducido han tenido buena recepción. Por supuesto que una traducción hecha por el propio autor creo que es más efectiva pues conoces bien la fibra del original, especialmente cuando se trata de poesía. El español es y siempre será la lengua en que aprendí a pensar como niño y adulto, a jugar, a enamorar y a ofender por lo que nunca podrá ser reemplazada por el inglés no importa cuánto tiempo permanezca en este país. Por supuesto que entre nosotros y con los amigos hablamos español; y mis hijas aprendieron el idioma bastante bien. Disfruto más escribir en mi lengua materna. Sí tengo la intención bien definida de rasguñar el mercado en inglés lo más que pueda y se me permita, sin poner a un lado la escritura en mi lengua natal. En el caso de esta última novela escrita directamente al inglés, he experimentado cuán doloroso me resulta no haberla escrito en español. Lo cierto es que de haber sido concebida en español, fuera muy diferente. El inglés acarrea otro ritmo, es una lengua más práctica, más compacta e incisiva, los diálogos fueran diferentes; ahora me resulta engorroso tener que transcribirla al español por lo que estoy prácticamente reescribiéndola, adaptándola a la sonoridad y colorido de nuestro idioma. La historia y la armazón dramáticas fueron concebidas también para el mercado americano que tiene otra dinámica, otro sabor, más comercial siendo honestos. La literatura en inglés hoy en día gravita en gran medida hacia la pantalla grande y la chica también. Esto es un fenómeno más reciente que estimula a los escritores a dejar la imaginación correr proveyendo contenido para los disimiles seriales televisivos y películas que se están llevando a los consumidores a gran escala, ya no solo por Hollywood sino también por los canales a través de la red como Netflix, Amazon Video, Hulu, etcétera. Es un fenómeno muy interesante que ha generado una gran descentralización y alta demanda de contenido dramático lo cual está creando un mercado muy horizontal que procrea mucha basura, pero también auténticas perlas. Éstos, en gran escala, se originan en obras literarias lo cual es una increíble oportunidad para los escritores.

¿Planes literarios futuros?

Por lo pronto estoy a punto de comenzar la promoción de la versión en inglés de mi nueva novela titulada The watchers (todavía estoy trabajando en el título en español); una historia que creo puede resultar del interés de muchos lectores. Se desarrolla en Miami, La Habana, Holanda, Israel, Jordania, Rusia y otros escenarios. Es un thriller surcado por temas harto filosóficos, políticos y hasta bíblicos. Es un experimento ambicioso del cual podemos hablar con más tiempo en otro espacio. Estoy en conversaciones contractuales con una editorial independiente en Miami conocida como Editorial Primigenios, dirigida por el escritor cubano Eduardo René Casanova Ealo, quien está haciendo un trabajo importante con escritores de adentro y fuera de la Isla. Estoy trabajando en la versión en español que me tomará unos meses más por terminar. También tengo casi lista la segunda edición revisada de mi primera novela Magister dixit, que pienso publicar una vez que termine con el lanzamiento de la versión en español de la segunda. Tengo en planes una tercera novela que será una segunda parte o continuación de The watchers, todavía un proyecto en ciernes. Así van las cosas. Te agradezco mucho Edgar por tu interés y apoyo y estoy disfrutando muchísimo la lectura de tu libro El nieto del lobo que acabas de publicar en Amazon Kindle, una magnífica obra literaria. Te felicito.

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